04/10/2025
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En escena, Parigi aparece sin filtros. Con el cuerpo marcado por años de disciplina, repasa episodios de su carrera y los pone frente al público. No hay ornamentos ni grandes despliegues técnicos: la puesta es mínima, pero cada cosa está en su lugar. Esa austeridad hace que lo que pese sea ella, su relato y la forma en que decide exponerlo.
El fracaso del éxito en carne viva: Gabi Parigi y un biodrama que incomoda Desde que uno entra a la sala, ya se siente que algo no encaja. Los objetos acomodados en el espacio generan incomodidad, como si fueran pistas de que lo que viene no será un espectáculo “amable”. Gabi Parigi no llega al teatro desde la ficción, sino desde su propia historia. Ex gimnasta de élite, atravesó años de entrenamientos, exigencias y lesiones que marcaron su cuerpo y su vida. Sin embargo, en escena no se limita a revivir lo personal: demuestra sus dotes físicas y también despliega una clara capacidad actoral. A través de lo gestual y de recursos cercanos al clown —como la repetición vocal y corporal para llevar al extremo ciertos rasgos— logra caracterizar a distintos personajes del ambiente deportivo: entrenadores, periodistas, jueces, figuras de poder. Esos momentos funcionan como contrapunto irónico y crítico dentro de la crudeza general del relato. Consagrada, el fracaso del éxito ya recorrió festivales en distintos países y fue declarada de Interés Deportivo por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, consolidándose como una obra que interpela tanto dentro como fuera del ámbito teatral. En escena, Parigi aparece sin filtros. Con el cuerpo marcado por años de disciplina, repasa episodios de su carrera y los pone frente al público. No hay ornamentos ni grandes despliegues técnicos: la puesta es mínima, pero cada cosa está en su lugar. Esa austeridad hace que lo que pese sea ella, su relato y la forma en que decide exponerlo. El deporte de alto rendimiento y la actuación se cruzan en un mismo terreno: entrenamiento, dolor, resistencia, caída y recuperación. La diferencia es que acá no hay medallas ni puntajes. Lo que hay es una persona dispuesta a mostrar la parte que no se ve, lo que queda detrás de los aplausos y las fotos oficiales. Consagrada no busca complacer ni dar respuestas fáciles. Incomoda, abre heridas y obliga a confrontar la exigencia como una trampa que atraviesa tanto al deporte como al arte. Una obra necesaria. ¿Qué hacemos nosotros con esa incomodidad?