
En escena, Parigi aparece sin filtros. Con el cuerpo marcado por años de disciplina, repasa episodios de su carrera y los pone frente al público. No hay ornamentos ni grandes despliegues técnicos: la puesta es mínima, pero cada cosa está en su lugar. Esa austeridad hace que lo que pese sea ella, su relato y la forma en que decide exponerlo.