25/10/2025
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Ver a Cristina Banegas sobre un escenario siempre será un privilegio. Su sola presencia convoca una ceremonia. Su voz —esa voz que contiene historia, potencia y memoria— transporta hacia mundos remotos que, en su decir, se hacen cuerpo presente. Lo hace con pocos pero significativos recursos, con una precisión que revela lo esencial: el teatro no necesita más que cuerpos vivientes en reunión.

Sobre un cristal: Cristina Banegas y la persistencia de la poesía

Ver a Cristina Banegas sobre un escenario siempre será un privilegio. Su sola presencia convoca una ceremonia. Su voz —esa voz que contiene historia, potencia y memoria— transporta hacia mundos remotos que, en su decir, se hacen cuerpo presente. Lo hace con pocos pero significativos recursos, con una precisión que revela lo esencial: el teatro no necesita más que cuerpos vivientes en reunión.

En escena, una mesa de cristal. Un objeto que no es mero soporte: perteneció a su madre, como ella misma cuenta. Es un espacio donde lo visible y lo invisible se rozan, donde lo artístico y lo personal se entrelazan íntimamente, en una operación propia de lo performático. Sobre esa superficie translúcida, la actriz explora con su cuerpo la multiplicidad de posibilidades que éste brinda, las páginas se abren y los sonetos vuelan, como si la palabra —suspendida entre reflejos— se hiciera materia vibrante

A su lado, la chelista y responsable del diseño sonoro, Lucía Gómez. Su presencia es un contrapunto exquisito, una compañía que dialoga: un intercambio de respiraciones, una conversación entre materia y aire. En ese vínculo se percibe una dirección delicada —a cargo de Jorge Thefs— que potencia la experiencia y convierte el conjunto en un organismo vivo.

Las luces crean un clima de ensueño: visten, revelan, insinúan. El cristal refleja destellos, cuerpos, transparencias. La actriz parece suspendida, flotando entre el tiempo del poema y el tiempo presente.

La performance nos implica. Nos reunimos alrededor de esa mesa, asistimos a la ceremonia, y a la vez, se percibe, la actriz nos convida algo muy propio: una entrega despojada, un dejar ver el pulso poético que sostiene su oficio. En cada palabra y en cada silencio, Banegas revela un dominio absoluto del ritmo y la respiración: cada verso pasa por su cuerpo antes de pronunciarse.

Un espectáculo necesario. Como dice la misma actriz:

“Tal vez en estos tiempos oscuros la poesía sobre un cristal sea un acto de resistencia inquebrantable, una epifanía sobre fondo del horror.”