
Claudia Cantero se impone y sostiene todo el peso dramático. Su interpretación no vacila: los estados emocionales —la ternura, el humor, la frustración, la rabia contenida— se van filtrando con sutileza. No hay rebotes exagerados ni gestos innecesarios; cada palabra y cada silencio pesan. Mantiene al público entre la empatía y la tensión, haciéndonos cómplices de su carga.