La puesta es precisa en su mecanismo y cálida en su pulso. Moncarz dirige con inteligencia y sensibilidad una maquinaria actoral en la que cada cambio de tono, energía y vínculo, se integra sin fisuras. Los cuatro intérpretes, junto a la chelista, sostienen con solidez un desafío que podría volverse caótico y logran una armonía orgánica, sostenida en la escucha y el ritmo compartido.
