25/10/2025
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La puesta es precisa en su mecanismo y cálida en su pulso. Moncarz dirige con inteligencia y sensibilidad una maquinaria actoral en la que cada cambio de tono, energía y vínculo, se integra sin fisuras. Los cuatro intérpretes, junto a la chelista, sostienen con solidez un desafío que podría volverse caótico y logran una armonía orgánica, sostenida en la escucha y el ritmo compartido.

Cuatro actores, Mateo Chiarino, Tom CL, Cecilia Cósero y Anna Fantoni, construyen veinte personajes frente a nuestros ojos. Sillas que se mueven, luces que bajan, el sonido del violonchelo que acompaña y marca cada cambio de escena: Incógnito muestra su propio mecanismo. Vemos cómo los cuerpos se transforman, cómo el escenario se arma y se desarma, cómo la identidad se vuelve momentánea. El teatro, como el cerebro que intenta investigar, se reinicia una y otra vez: se apaga, se reconfigura, vuelve a empezar.

Entre esos fragmentos se entrelazan tres historias: la del patólogo que robó el cerebro de Einstein para descifrar la genialidad, la de un hombre que no puede formar nuevos recuerdos y la de una neuropsicóloga que estudia el cerebro para entender sus propias confusiones. En esta versión dirigida por Marcelo Moncarz de la obra de Nick Payne, la ciencia se vuelve una forma de preguntar. Con historias que se cruzan, se confunden y se espejan, los personajes buscan comprender aquello que la mente humana apenas alcanza a sostener.

La puesta es precisa en su mecanismo y cálida en su pulso. Moncarz dirige con inteligencia y sensibilidad una maquinaria actoral en la que cada cambio de tono, energía y vínculo, se integra sin fisuras. Los cuatro intérpretes, junto a la chelista, sostienen con solidez un desafío que podría volverse caótico y logran una armonía orgánica, sostenida en la escucha y el ritmo compartido.

En el centro late una pregunta sobre la memoria y la identidad: ¿seguimos siendo los mismos cuando olvidamos quiénes fuimos? Incógnito despliega ese dilema con delicadeza, explorando cómo la mente fabrica relatos para darnos la ilusión de continuidad. En sus repeticiones y reinicios, la obra sugiere que recordar y olvidar pueden ser parte del mismo acto.

Desde una puesta que revela su artificio y, a la vez, lo vuelve profundamente humano, Incógnito reflexiona sobre el misterio del yo y la fragilidad de la memoria. La ciencia, el teatro y la vida comparten esa pulsión de seguir buscando sentido aun cuando ya no recordamos por qué. Tal vez, al final, no se trate de entenderlo todo, sino de seguir moviéndose entre lo que se olvida y lo que permanece.